Llegamos para quedarnos

“La situación que tenemos ahora es crítica”, sentencia Erasmo Sierra, un hombre fuerte de 74 años que lleva con su mujer, Agrepina, 47 años en Jiguamiandó, en el Chocó. “Llegué aquí de peladito”, se ríe Don Erasmo mirando con nostalgia a su mujer. “Hubo tantos zancudos que una no quería ni salir de la cama en las mañanas”, contribuye Agrepina. En ese entonces todo era bosque nativo y Agrepina relata cómo se perdía en la selva caminando durante horas, subiendo lomas hasta que finalmente veía con alivio su casa desde la cima.

Erasmo Sierra
Erasmo Sierra

Tuvieron la suerte de contar con suficiente dinero para comprar unas 130 hectáreas de tierra en esta selva espesa, para lo que apenas pagaron $27.000 pesos colombianos. Ahora no suena a mucho dinero, pero en los años 70 era una pequeña fortuna: “un hombre ganaba veinte centavos semanales para alimentarse”, señalan.

Durante los últimos dieciocho años los Sierra han aguantado la guerra: incursiones armadas, desplazamientos forzados, bloqueos alimentarios… Y ahora, luego de la desmovilización de las Farc que operaban aquí hasta el año pasado, comenzó una nueva etapa, con el aumento de hombres armados de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC). “Se oyen rumores por todas partes de que se meten los paras”, dice con firmeza Don Erasmo sin que se le note miedo en su voz porque está acostumbrado a aguantar y lidiar con la violencia. Violencia que parece ir en aumento. En mayo, la población observó 300 hombres armados y uniformados de las AGC caminando por las tierras de Jiguamiandó[1]. Y en junio asesinaron al hijo de un reclamante de tierras[2].

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Dos hombres graffitearon la valla de la Zona de Biodiversidad de Don Erasmo con “AGC yegamos parque darnos” y mensajes similares en un puente cercano.

Erasmo y Agrepina viven en la Zona Humanitaria Nueva Esperanza y hace apenas una semana, el 7 de julio, revivieron los recuerdos de temor del pasado porque entraron dos jóvenes en moto, tomaron fotos de las embarcaciones que flotaban en las calmas aguas del río Jiguamiandó y luego graffitearon la valla de la Zona de Biodiversidad de Don Erasmo con “AGC yegamos parque darnos” y mensajes similares en un puente cercano.

Es aún más preocupante que entran en una Zona Humanitaria y en una Zona de Biodiversidad porque estas fueron creadas para proteger a la población civil prohibiendo el ingreso de cualquier actor armado. Un reciente artículo sobre el proceso de paz decía “En Colombia, más que nunca, el pasado pesa sobre el presente como el cadáver de un gigante[3]”. Y es lo que sentimos cuando hablamos con Don Erasmo y sus vecinos. Los graffiti nos trasladan un recuerdo a otro momento en esta guerra: la llegada de los paramilitares en los años 90, el temor al desplazamiento y a la violencia. Para la comunidad, este hecho es una advertencia, una amenaza, un golpe duro para lo que significa este Espacio Humanitario, un chantaje. ¿Qué está haciendo el Gobierno para proteger los territorios abandonados por las Farc? Se preguntan muchos.

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Las Zonas Humanitarias y las Zonas de Biodiversidad las crearon las comunidades desplazadas al regresar a sus tierras en el Bajo Atrato para protegerse del conflicto armado. Son basadas en el principio de distinción constituido en el Derecho Internacional Humanitario que sentencia que es un lugar exclusivamente de población civil y no permite la entrada de actores armados.

La reconfiguración del conflicto no es el único problema que afrontan los Sierra y la comunidad. La situación de las tierras es ambigua a pesar del hecho que el Incora (Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, hoy día se llama Incoder) adjudicó 54.973 hectáreas al Consejo Comunitario de Jiguamiandó en el año 2000, en el marco de la titulación colectiva de tierras de comunidades negras (ley 70)[4]. Y según esta ley, las tierras colectivas no se pueden vender.

Pero la población ha observado que, de facto, las tierras colectivas sí se venden. “Aquí hay un señor comprando tierras, no sé con qué objetivo”, cuenta Don Erasmo desconcertado. Hace años el Gobierno se comprometió con la entrega de las tierras en esta región, “saneadas y libres de problemas”, resalta Don Erasmo porque hay muchos ocupantes de mala fe que han venido de otras partes de Colombia y han emprendido o son mano de obra para proyectos de ganadería, plataneras y palma africana. Para el medioambiente ha sido desastroso y triste. “Aquí no se consigue un palo ni para hacer una casa”.

Jiguamiando perro
Durante los últimos dieciocho años los Sierra han aguantado la guerra: incursiones armadas, desplazamientos forzados, bloqueos alimentarios…

Chocó es uno de los departamentos más afectados por la deforestación, según un informe del Ideam (Instituto de Hidrología Meteorología y Estudios Ambientales) que pone cifras a la situación: Colombia pasó de 64.417.000 hectáreas de bosque en 1990 a 58.501.700 en 2015. Una pérdida de 5.915.300 hectáreas en 25 años. Y las razones que nombra el Ideam son justo las problemáticas que viven en Jiguamiandó: acaparamiento de tierras, cultivos ilícitos, ganadería extensiva y minería[5].

La situación es difícil, pero Don Erasmo tiene fe en que las cosas algún día puedan cambiar. Recuerda que en 2005 la gente de Jiguamiandó cogió machetes, se metieron en los cultivos de palma que invadieron sus tierras y las derrumbaron. Ahora quieren fortalecer la Zona Humanitaria y reivindicar sus derechos: ¿y cómo? Colocando alambres de púa alrededor de la Zona, construyendo una casa de la memoria y manteniéndose unidos como comunidad.

Nathalie Bienfait y Bianca Bauer


Notas de pie:

[1] Comisión Intereclesial de Justicia y Paz: Presencia de AGC en cercanías de Resguardos Embera y comunidades negras de Jiguamiandó, 5 de mayo de 2017
[2] Cijp, AGC responsables del asesinato de Duberney Gómez, 7 de junio 2017
[3] Les Inrockuptibles, Colombie : comment la guérilla des FARC va réintégrer la vie civile ?, 8 de julio 2017
[4] La Silla Vacía: Curvaradó y Jiguamiandó: La gran prueba de la restitución de tierras de Santos, 18 de marzo de 2011
[5] Semana: Deforestación en Colombia aumentó un 44% entre 2015 y 2016, 6 de julio de 2017

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