“Yo también me llamo Magdalena”

Crónica del Primer Encuentro de Mujeres de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra

Desde el mes de junio y tras varias visitas a la oficina de la Acvc -Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra- sabíamos que estaban completamente entregados a la organización de este encuentro[1].  Preguntamos a Doña Irene si era la primera vez que se organizaba un evento de esta envergadura dirigido a las mujeres en la región. Al parecer no era así. La presidenta de la Acvc nos contó que ha habido varios espacios de reflexión previos y que en 1996 ya organizaban, junto con la OFP, grandes encuentros de mujeres que desgraciadamente tocó dejar de lado, porque con la arremetida paramilitar debieron centrarse exclusivamente en la defensa de la vida.

Ahora el objetivo era poder generar unas dinámicas y espacios para que las mujeres rurales pudieran decidir políticamente sus propias propuestas, como colectivo mujeres del Magdalena Medio, a la vez que, mediante el propio proceso se va generando hermandad, o mejor dicho, sororidad. Todo ello siempre desde el punto de vista regional que tanto ha marcado el carácter de la Acvc.

Llegó el gran día

Emoción, mucha emoción se palpaba desde la primera hora del amanecer en el muelle, mientras esperábamos la chalupa que iba a acercarnos a Cantagallo, “municipio renaciente y soberano” como reza su himno. Se respiraba mucha alegría y disposición para llevar a cabo la jornada. “Esperamos que hoy sea un día muy importante para las mujeres” comentaba con determinación Sonia Nevado, lideresa incansable de la región.

Todo estaba delicadamente preparado, dotando a las allí presentes de un protagonismo especial. Había zonas con personas encargadas de que los niños estuvieran jugando y bajo el cuidado de un adulto, para que las protagonistas del encuentro no tuvieran que anteponer -una vez más- su labor de madre cuidadora a la de lideresa capaz de decidir el rumbo de su comunidad. Durante esos dos días en Cantagallo, las mujeres encabezaron la esfera política del municipio, espacio históricamente  negado también a las mujeres rurales. Sentí mucha satisfacción al ver tanto protagonismo femenino en la “esfera pública”, las conferencistas y moderadoras eran mujeres; mientras que los hombres repartían el refrigerio, cuidaban los niños y limpiaban los baños. El mundo al revés durante 48 horas.

Las invitadas eran alrededor de 200 campesinas procedentes de veredas de los municipios de Yondó, San Pablo, Cantagallo y Remedios y también mujeres de la ciudad, quienes compartieron saberes y problemáticas entre la academia y el campo, pensando en conjunto cómo generar caminos para conquistar los derechos de las mujeres, trazar rutas y canales de comunicación para que la comunidad pueda dirigirse a la institución y viceversa, generando así confianza. Todo ello con el telón de fondo de la búsqueda incansable de la implementación de los Acuerdos de Paz y de su componente de género[2], desde el punto de vista de la participación política, la economía rural y la tenencia de la tierra. Era el momento para reconocer y reafirmar los liderazgos femeninos que tanto tiempo habían sido invisibilizados y que, sin embargo, habían sido pilar fundamental en la soberanía alimentaria y la resistencia de la Zona de Reserva Campesina.

Doña Irene, presidenta de la Acvc, entre aplausos y ovaciones, recuerda cómo las mujeres le dieron fortaleza al asumir el liderazgo de la organización en los momentos más difíciles, allá por el año 2007, en los que detuvieron a sus compañeros varones. Judith Maldonado – Voces de Paz[3]– habla de las víctimas que no han podido ver la salida negociada del conflicto, pero para las que “este es el mejor homenaje, un acto de memoria, y por las que no debemos desfallecer.” Señala también el enorme valor de la presencia de cada una en la jornada: “significa que han tenido que superar muchos obstáculos”.

137 Magdalena Medio
“Las mujeres campesinas concebimos nuestro cuerpo como territorio desde donde se empieza el cuidado del medio ambiente”. Foto: Caldwell Manners/Ecap

La mujer en las Zonas de Reserva Campesina

En todas las intervenciones se podía escuchar y también sentir que la figura de la Zona de Reserva Campesina es algo más que una propuesta económica para quienes la habitan; es un símbolo en sí mismo que también evoca el cuidado ambiental y la cultura campesina, con su acumulado de saberes y sus tradiciones en torno al campo, fruto de su arraigo a la tierra. Desde el punto de vista político, asociaciones como la Acvc y Cahucopana (acompañadas por PBI) reivindican la figura del campesino como sujeto político de derechos, fundamentalmente por la tenencia de la tierra y la permanencia en el territorio, derechos históricamente negados y que constituyen la raíz de la violencia en buena parte del país. Con esta iniciativa se buscó dar sustento a los campesinos a través de huertas comunitarias y proyectos de fincas bufaleras, asegurando un modo de vida digno y no lesivo con los territorios.

Hay que recordar que la Acvc nació a raíz de las marchas campesinas que se produjeron entre los años 1996-1998, como consecuencia de los desplazamientos de campesinos que huyeron buscando refugio de las persecuciones paramilitares[4]. Aprovechando esta experiencia y de forma similar, en el año 2004 nació Cahucopana en la vereda Lejanías, en la que campesinos del nordeste antioqueño decidieron asociarse para contrarrestar los efectos de una crisis humanitaria generada por bloqueos económicos, sanitarios y alimentarios impuestos en la zona por actores armados tanto legales como ilegales[5]. El papel de la mujer para asegurar la soberanía y resistencia  alimentaria en estas zonas ha sido fundamental, por ejemplo, en el cuidado de las semillas y del agua, lo que ha posibilitado la garantía de continuidad.


¿Qué son las Zonas de Reserva Campesina?

1504 Mina Walter, Magdalena Medio
La Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra tiene una extensión de 550 mil hectáreas, 370 mil de las cuales son Reserva Forestal. Foto: Florian Zeidler

Mujeres y participación política

El cúmulo de historias de lideresas y de aportes políticos que las mujeres han dejado en los territorios ha sido invisibilizado. Un estudio de ONU Mujeres y del Pnud señala que las mujeres rurales sufren una triple discriminación, ya que están excluidas de la vida económica, social y política por ser mujeres, por ser pobladoras del campo y por el impacto desproporcionado que sobre ellas genera el conflicto armado y otras formas de intimidación[6], lo que revela que ellas han estado más expuestas a la violencia y también han visto limitada su participación. Durante la jornada señalan que para que la realidad cambie, han de cambiar también las costumbres y la cultura: “En una vereda del Catatumbo, en otro espacio parecido, a los hombres no les gustó que sus mujeres participaran de estos comités. Para cambiar la costumbre tuvimos que poner una multa a todos aquellos que no dejaban que sus compañeras asistieran a estos espacios”.

En el encuentro algunas mujeres cuentan sus experiencias, mientras que otras buscan las palabras intentando definir aquello que se necesita para revertir esta realidad. Nuria Martínez, de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, pone sobre la mesa la necesidad de un  movimiento feminista campesino y popular: “muchas mujeres campesinas también pensábamos que el feminismo era el otro extremo, estudiando nos dimos cuenta de que nosotras también lo éramos [feministas]”.  La palabra “empoderamiento” comienza a escucharse más y más en la sala en boca de mujeres del campo. Es muy emocionante presenciar cómo a medida que pasan las horas todas y cada una de las asistentes van perdiendo la timidez y atreviéndose a dar un pasito al frente contando sus experiencias, cantando una canción o recitando un poema. Aquello fue un espacio de participación plena y segura como probablemente muchas de ellas nunca habían experimentado.

Doña Ligia, de la Vereda Camelias en el Nordeste antioqueño forma parte del Comité de Derechos Humanos y del Comité de Mujeres de Cahucopana. Ella resume la participación con estas sabias y sencillas palabras: “en el encuentro se cuentan historias que una conoce para que otra las pueda conocer”.

138 Caldwell Manners
Foto: Caldwell Manners/Ecap

La mujer y el medioambiente

Uno de los objetivos principales del encuentro fue el de articular rutas conjuntas entre la comunidad y la institucionalidad. Por grupos de alrededor de veinte mujeres y miembros de las instituciones allí presentes, se trabajaron en nueve mesas las principales problemáticas que las mujeres rurales identificaban en participación política, salud sexual y reproductiva, medioambiente, salud, educación, tierras, implementación de los acuerdos, derechos humanos…

La Mesa de Medioambiente plantea de forma participativa cómo interaccionan los elementos de un ecosistema y cómo el elemento agua depende del suelo, la flora, la fauna… y qué pasa si se rompen los vínculos entre ellos, lo que también es una metáfora sobre cómo pensar a nivel de comunidad, en lugar de hacerlo de forma individual. “Es la diferencia entre quienes nos sentimos parte del territorio y sentimos la dependencia y relación de estos elementos con nosotras mismas, y quienes no se sienten parte. Las mujeres, en general, somos las que tenemos más sentido de pertenencia”. Poco a poco, se van identificando las principales problemáticas que afectan de manera diferenciada la actividad de las mujeres rurales, en relación con el cuidado del medioambiente. Incluso se debate si la cocina ecológica es un tema específico de la mujer. Se identifican algunas estrategias sencillas para llevar a cabo cambios significativos en las veredas, como pasar de cocinar con leña a cocinar con gas gracias a la tecnología de biogestores, proyectos de huertos leñeros o de arborización para sembrar a orillas de caños y tierras deforestadas, se identifica que el abono de gallinas ponedoras puede ser una solución para las tierras áridas y otros intercambios de experiencias y saberes, a los que también contribuyen miembros de las instituciones, que se comparten para poder replicarse en otras veredas. El  Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, ofrece apoyo técnico y comenta que están elaborando un lineamiento de protección de los saberes de los campesinos en cuanto a biodiversidad.

Durante los relatos de los problemas que experimentan las mujeres rurales en su actividad cotidiana con la tierra y el medio ambiente, se evidencia que tanto la naturaleza como las mismas mujeres han sido y son objeto de opresión. Ángela, de la Acvc, plantea la necesidad de un ecofeminismo que supere estas violencias y ponga el énfasis en la interdependencia entre los humanos y la naturaleza, lo que nos lleva a poner en relieve la economía de los cuidados que tradicionalmente han ejercido las mujeres. Al fin y al cabo, las mujeres campesinas “concebimos nuestro cuerpo como territorio desde donde se empieza el cuidado del medio ambiente”.

Jaqueline, una de las allí presentes, dice que nunca se mira el impacto de las empresas sobre el agua. En el Sur de Bolívar hay muchas extensiones de monocultivo de palma africana, uno de los principales problemas asociados a esta actividad son las afectaciones que produce sobre las fuentes hídricas. Cada palma consume alrededor de 30 litros de agua al día, produciendo el agotamiento de los pozos, contaminando el agua, los humedales y afectando la cobertura vegetal.  Comentan la necesidad de vincular la protección del medio ambiente con los Acuerdos de Paz. Para Luz “son muy importantes estos espacios porque con nosotros los campesinos pueden hacer lo que quieran, porque no conocemos nuestros derechos”.

Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra y La Línea Amarilla

El territorio de la ZRC del Valle del Río Cimitarra son 184.000 hectáreas recogidas entre las zonas rurales de los municipios de Segovia, Remedios, Yondó, Cantagallo y San Pablo; el resto de la zona, jurídicamente no se considera ZRC sino área de reserva forestal. La zona es rica en oro e hidrocarburos y también tiene potencial para llevar a cabo el fracking. A propósito de esto, el día anterior al encuentro el Ministerio de Ambiente dio luz verde a la actividad de fracking en Colombia[7]. Actualmente en el territorio hay 260.000 hectáreas sobre las que hay una solicitud pendiente de aprobación para extraer hidrocarburos y 16 solicitudes para practicar la megaminería. El gran problema es que la ZRC sólo protege el suelo, no el subsuelo.

En el Plan de Desarrollo Sostenible de la ZRC (2012-2022), las comunidades mineras y campesinas priorizaron la protección de un área en la Serranía de San Lucas (cadena montañosa localizada entre Antioquia y el Sur de Bolívar) conocida como La línea amarilla[8], para salvaguardar la selva húmeda virgen con más de 70.000 hectáreas que se encuentran en su delimitación. La iniciativa de proteger este espacio de los efectos devastadores de la guerra nació en las Mesas Comunales de la Vida Digna con las que trabaja la Acvc. Es un ejemplo de un plan de desarrollo construido de la mano de las comunidades para la protección de la biodiversidad de la sierra y los derechos colectivos de sus habitantes, tales como el derecho al agua, a la alimentación, al medio ambiente sano, a las semillas. Estos proyectos en ningún momento fueron vistos como generadores de dinero, pero sí como garantes de la soberanía alimentaria, siempre en el marco de un conflicto armado que golpeó duramente y por muchos años esta zona del país. “Al conocer las especies ha sido cuando más las hemos protegido”, comenta Ángela, miembro de la Acvc y dinamizadora de ese espacio, sobre el trabajo de documentación de la fauna y flora bajo este proyecto. Jurídicamente están buscando junto con Parques Nacionales Naturales la figura que proteja esta zona, sin embargo, siguen presentándose dilaciones por parte del Gobierno en la creación de figuras que permitan formalizar la Línea Amarilla[9].

El Ministerio de Ambiente junto con la Acvc también ha puesto en marcha otros proyectos para proteger el medio ambiente. El novedoso “Bosques de Paz” es el trabajo de los campesinos como apuesta política de conservación y de convivencia. Ángela explica que para ejecutar este programa buscarán 60 guardianes de ambiente “de entre los cuales ojalá haya muchas guardianas”, comenta con un guiño a las mujeres de la sala. Además, entre otras muchas actividades, la Acvc organiza  unos campamentos agroecológicos y unas jornadas de recuperación ambiental entre la Ciénaga de San Lorenzo y el Río Cimitarra.

138. Serrania de San Lucas_Delphine Taylor
Foto: Delphine Taylor

Logros y compromisos

Las jornadas se cierran con una mística y con la lectura de los compromisos en todos los temas que habían sido recogidos por las mesas el día anterior. En lo relativo a tierras y medio ambiente los compromisos son los siguientes: iniciar la lucha para que los títulos de la tierra aparezcan a nombre de los dos cónyuges y no solo del hombre; exigir un proceso más ágil en la titulación de tierras para las mujeres;  que las veredas fronterizas que quedan fuera de todo municipio puedan participar en los esquemas de ordenamiento territorial; solicitar acompañamiento jurídico para la titulación de tierras; crear comités de mujeres donde no haya, para que hagan el diagnóstico de su zona en el tema de tierras; intercambiar semillas; promover la reforestación; fomentar los escenarios de encuentro de empresas, instituciones y comunidad; promover la agroecología; buscar apoyo jurídico e institucional paras las ZRC, humedales y selvas. Y como guinda final se crea la Coordinación de Mujeres del Magdalena Medio para, desde ahí, articular todos los procesos de la región que trabajarán en 4 ejes: educación, derechos humanos, agroecología y participación política. El encuentro deja entrever la necesaria e inevitable relación que existe entre los puntos del Acuerdo de Paz de La Habana. Muestra de forma evidente que para garantizar los derechos de las mujeres rurales se necesitan avances en los temas de tierras, seguridad de las comunidades, participación política, sustitución concertada y gradual de cultivos ilícitos y en el reconocimiento de los derechos de las víctimas. Ángela Caicedo, de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz además agrega otra dimensión: “El Acuerdo como una gran ruta para superar la violencia contra la mujer”.

Todas las mujeres allí presentes acabaron subiendo al escenario para recibir un diploma como reconocimiento, como símbolo de agradecimiento y para hacerles sentir fundamentales: todas las mujeres suben erguidas cuando nombran su vereda o municipio, orgullosas de estar presentes y de ser protagonistas. Fueron dos días mágicos, creo que muchas mujeres campesinas debieron sentir que su palabra importaba, que eran tan capaces como un hombre para identificar, clarificar y solucionar los problemas de su comunidad, el entusiasmo de unas y otras actuaba como una chispa empoderadora. “Algún día iba a ser posible que este día llegara”; comenta una participante emocionada tras el éxito de la jornada.

Clara Ortega Díaz-Aguado


Notas de pie:

[1] El Encuentro de Mujeres de la Zona de Reserva Campesina tuvo lugar en agosto de 2017.
[2] El Acuerdo de Paz es el más avanzado del mundo en el tema de género, que se rige como un principio articulador. Contiene 99 medidas de género a lo largo de su texto.
[3] Voces de Paz es una iniciativa ciudadana registrada ante el Consejo Nacional Electoral en diciembre de 2016 que tendrá asiento en el Congreso para asegurar la implementación de los Acuerdos de Paz.
[4] Prensa Rural: La resistencia campesina en Colombia. La experiencia de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra”, 2 de Febrero de 2005
[5] PBI Colombia: Cahucopana
[6] Pnud y Onu Mujeres: Mujeres rurales, gestoras de esperanza, 2011
[7] El Espectador: Ministerio de Ambiente permite el fracking en Colombia, 24 de Agosto de 2017
[8] Prensa Rural: ¿Sabes qué es La Línea Amarilla?, 10 de Agosto de 2017
[9] Radio Macondo: A defender la zona de “Línea Amarilla al Sur de la Serranía de San Lucas”, 28 de Mayo de 2017

*Foto de portada: Caldwell Manners/Ecap

Deja un comentario