“La lucha me ha hecho fuerte… me llena de vida”

Blanca Nubia Díaz lleva más de 30 años trabajando por la justicia y la verdad para las víctimas del conflicto armado en Colombia, esta lucha le ha hecho fuerte.  Conoce a PBI desde el año 2002 y siempre trae energía y alegría cuando pasa por la casa.

Nació en La Guajira; su trayectoria en el trabajo por los derechos humanos fue más indirecta al inicio, porque no tenía conocimiento de los grupos armados del país, aunque sabía que había amenazas y asesinatos en su región. Empezó su carrera como enfermera y trabajó en comunidades indígenas en muchas regiones del país. Las condiciones fueron muy duras, con días muy largos en que le tocaba madrugar y caminar más de 15 km para llegar a las veredas en las que trabajaba.

Cultivó la confianza de la gente y aprendió mucho sobre los conocimientos tradicionales, costumbres, bailes, artes y las curas botánicas que realizaban los indígenas. Pero también se concientizó mucho sobre la discriminación y la pobreza: “Yo vi la injusticia que hay en este país. Viéndolo sufría como si fuera mi familia”.

Así comenzó a hablar con las autoridades sobre los problemas de salud y malnutrición en las comunidades y a llevar a la gente a los cascos urbanos para que fueran atendidos por los servicios médicos.

Con el paso de los años, Blanca se distinguió en su comunidad como una persona con conocimiento de los derechos y necesidades de la gente y, de este modo, empezaron a pedirle su acompañamiento para realizar trámites sobre tierras, traslados, registros y citas médicas. Como en esa época había mucha discriminación contra los pueblos indígenas, los afrocolombianos y las mujeres, el papel de Blanca fue el de asegurar que se respetaran sus derechos y que no les engañaran. En 1986, comenzó a formar parte de la Asociación de Mujeres Indígenas, Campesinas, y Negras de Colombia, (Anmucic).

Esta lucha no ha sido sin dolor, ni sin miedos: “Soy una víctima más del conflicto de este país, de los grupos al margen de la ley,” dice Blanca.

Su esposo y otros familiares murieron por causa del conflicto armado y, en 2001, su hija, Irina del Carmen Villero Díaz fue violada, torturada y asesinada por paramilitares en La Guajira. Blanca se tuvo que desplazar de su comunidad y trasladarse a Bogotá.

Valora seguir en la lucha como algo fundamental en su vida, su tiempo con Anmucic fue una experiencia de empoderamiento, como “un diploma donde las mujeres aprendimos a no callarnos, sino a ser valientes y enfrentar al Estado en temas de derechos y tierras”.
En 2005, Blanca se convirtió en una de las fundadora del Capítulo Bogotá del Movimiento Nacional de Victimas de Crímenes del Estado (Movice). Con esa organización, hoy en día sigue acompañando a víctimas y comunidades en la búsqueda de justicia.

Explica que todavía hay mucho miedo de denunciar la violencia por parte de actores armados, y la necesidad que tienen las familiares de las víctimas de recibir apoyo práctico y moral.

Animar a la gente a llevar su dolor ante la justicia, a participar en reuniones y a contar su historia también le da energía: “La trayectoria de mi trabajo ha sido bonita. Me ha servido. Lo que he ayudado, lo tengo grabado… he sufrido, pero todo ello me ha ayudado a construir una fortaleza”. Por encima de todo enfatiza la importancia de compartir la lucha con la próxima generación, para que puedan seguir reclamando la verdad, la justicia y la paz.

Heidi

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