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A 18 años de la Masacre de Mulatos y La Resbalosa

Hace 18 años ocurrió un hecho que marcó a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: la Masacre de Mulatos y La Resbalosa, en donde fueron cruelmente asesinadas 8 personas, de las cuales 3 de ellas menores de edad. Dicha masacre, perpetrada por la Brigada XVII del Ejército y el grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), marcó un hito de separación con el Estado debido a la falta de garantías de seguridad y a su responsabilidad en torno a la impunidad de estos y más hechos de violencia que ha enfrentado la Comunidad de Paz desde su conformación.
La comunidad, que el 23 de marzo de 1997 se declaró Comunidad de Paz como estrategia de resistencia y permanencia en el territorio en medio del conflicto armado, no ha dejado de ser objeto de actos de violencia por parte de actores armados legales e ilegales.

Ahora, con la fuerza y determinación acumulada después de años de resistencia y lucha, la Comunidad rindió homenaje a las 8 personas asesinadas, 7 de las cuales eran miembros de la Comunidad de Paz: Luis Eduardo Guerra, Bellanira Areiza, Deiner Guerra, Alfonso Bolívar Tuberquia, Sandra Muñoz, Natalia Tuberquia Muñoz y Santiago Tuberquia Muñoz.
En este acto conmemorativo y solemne, se entonaron cantos liderados por la voz de las niñas y los niños que conforman la Comunidad. Se recordó a cada miembro ausente físicamente, pero que están necesariamente presentes en la memoria colectiva para seguir defendiendo el territorio y exigiendo justicia.

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La dignificación que esperan las mujeres buscadoras de víctimas de desaparición forzada

En Colombia llegó la hora de reivindicar el trabajo de las mujeres y personas buscadoras de víctimas de desaparición forzada. En esta tarea, las mujeres sufren gravísimas vulneraciones de derechos humanos que van desde violencia sexual, secuestro, privaciones de la libertad, extorsiones, amenazas y represalias, en la búsqueda de los seres queridos, ya sea individualmente o colectivamente.

Este liderazgo no es reconocido ni por la sociedad ni por el Estado colombiano que, en muchas oportunidades, es ‘un palo en la rueda’ para que no se cumplan las leyes que existen sobre desaparición forzada. “En muchos casos los funcionarios no cumplen con su tarea por negligencia, indiferencia e indolencia”, reclaman las mujeres buscadoras.

Según la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) el conflicto armado ha dejado más de 99.000 personas desaparecidas en Colombia. Según la Fiscalía General de la Nación, el 99 % de los casos de desaparición forzada siguen en total impunidad.

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La masacre que transformó a la Comunidad de Paz para siempre

El 21 de febrero 2005, las veredas de Mulatos y La Resbalosa (Antioquia), ubicadas a cinco horas de la Holandita, asentamiento principal de la Comunidad de Paz, fue el escenario de un crimen atroz que, una vez más, golpeó a sus pobladores. Ocho personas, de las cuales cuatro eran menores de edad, fueron asesinadas, desmembradas y enterradas en una fosa común. Entre las 8 víctimas de esta masacre, 7 eran miembros de la Comunidad de Paz: Luis Eduardo Guerra, líder histórico y fundador de la Comunidad, Bellanira Areiza, su compañera y Deiner Andrés Guerra, su hijo de 11 años; Alfonso Bolívar Tuberquia Graciano, el coordinador de la Zona Humanitaria de La Resbalosa, Sandra Milena Muñoz Posso, su esposa, Natalia y Santiago, sus dos hijos de 5 años y 20 meses.

La masacre fue perpetrada por un comando de alrededor de 60 paramilitares del Bloque Héroes de Tolová de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) junto con tropas adscritas a la Brigada XVII del Ejército[1]. Estos hechos, que marcaron profundamente la resistencia de la Comunidad de Paz, pusieron en evidencia la degradación de una guerra que, más que combatir a los alzados en armas, se ensañó con campesinos y campesinas que apostaban por la paz en medio de tanta violencia. La acciones beligerantes contra la Comunidad de Paz no eran nuevas ni cesarían después de la masacre. Según Brígida González, fundadora y lideresa histórica de la Comunidad, con esa masacre les quisieron decir “otra vez, reitaradamente, que no tenía que haber organizaciones sociales”[2].

Mediante el arte, con el fin de nunca olvidar y sanar lo sucedido, Brígida Gonzáles, quien además de lideresa es artista reconocida con el Premio a la ‘Creatividad de la mujer en el medio rural’, pintó esta historia, que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Bogotá,

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Entre la esperanza y la desesperanza: la conmemoración como presente digno

El día 8 de julio de 2021, PBI acompañó a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó en la conmemoración de la masacre de La Unión.  Como cada año, la Comunidad honró la memoria de sus víctimas, arregló el memorial y reafirmó su compromiso a la lucha y su resistencia en el territorio.  La ceremonia se llevo a cabo a pesar de  actos de intimidación perpetrados por un grupo de personas que tomaban licor y colocaron música muy alta.  Frente a este intento de callarles y en medio de la angustia y el dolor, los y las integrantes de la comunidad hicieron memoria para continuar construyendo un presente digno y la paz que merecen.

Hace 21 años, PBI estuvo también acompañando a las familias de las víctimas en la vereda La Union.  El día anterior, el 8 de julio del 2000, los integrantes de la Comunidad de Paz, Rigoberto Guzman, Elodino Rivera, Diofanor Correa, Humberto Sepulveda, Jaime Guzman y Pedro Zapata fueron asesinados en el caserío por paramilitares.  Esta masacre ocurrió a los tres años de la conformación de La Comunidad de Paz de San José de Apartadó y se buscó destruir un lugar organizativo importante para el proceso.  Según el Padre Javier Giraldo, quien acompañó a la comunidad desde sus inicios, esta masacre no fue producto de enfrentamientos en medio del conflicto armado, ni fue un crimen de guerra.  Esta masacre fue planeada y llevada a cabo con un único e indiscutible objetivo: acabar con la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.

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